A veces echo de menos la persona que era antes. Me cuesta, pero lo voy a decir: antes de ser madre.
No quiero empezar poniendo excusas, sólo digo que «echo de menos», no que me cambiaría por ella. (Me gustaría así evitar los pensamientos que me colocan directamente en el «club de las malas madres»).
A veces se me hace cuesta arriba que siendo las 4 de la mañana de un miércoles, no pueda dormir. Y no porque Ella esté despierta y me requiera, si no porque la angustia ha vuelto a visitarme y es mala compañera de cama.
Nunca he sido una persona «despreocupada», pero ahora intento recordar qué era eso que entonces me preocupaba y no lo recuerdo. Igual que no recuerdo en qué gastaba todo ese tiempo libre que ahora pienso que tendría con 24h. para mi.
Sí, Ella lo vale todo. Pero a veces, echo de menos poder elegir cuando me ducho, cuando voy al baño o cuando me acuesto. Salir de casa con unas llaves, un «finde» entero de pelis, comer a deshoras y no porque me he quedado la última. Levantarme con el tiempo justo habiéndo apagado el despertador hasta dos veces, apurando esos diez minutillos que me sabían a gloria. Poner una lavadora en 2 minutos, sin revisar prenda a prenda con el quitamanchas cual pistola, a la caza de la mancha. Tener más tiempo para no hacer nada. Y también para hablar, leer, escribir, y mucho menos cansancio. Dormir a mi manera, esa de «si cae una bombaa tu lao’ no te enteras». No ser la número dos del ranking de «eres lo mejor que me ha pasado». Salir por ahí y llevarme cuerpo, mente y corazón. (Porque yo, desde que soy madre, no lo he conseguido. Y no porque no piense que está bien, sino porque siempre hay un momento de ¿Cómo estará?¿Habrá comido?¿Estará contenta?.)
No querer tanto a alguien que te duela. Porque a mi, a veces, me duele.
Entonces no puedo más que pensar ¿quién me mandó meterme en esto?. (Se me pasa rápido, basta con mirar una foto…porque la original sí que duerme a pierna suelta).
Es muy duro criar a alguien. Decidir por Ella, elegir, actuar…sin ser Ella, sin estar en ella, a veces, sin parecernos…porque nuestros hijos, ni son nuestros, ni somos nosotros. Es muy duro aceptar eso y estar acertada en todas las situaciones. Es muy difícil esquivar a la culpa.
Aceptar que la persona que más quieres en este mundo (y en todos los que haya) también va a sufrir alguna vez, que también va a estar triste, que alguien o algo le hará daño, que no puedo controlarlo todo, que no puedo estar siempre, que al final el mundo es como es y es aquí donde vivimos… a veces, me duele mucho.
Tanto que hoy no me deja dormir.
Sé que es ley de vida, que lo pasamos todas, que hay que ser positivo…¡que sí, que lo que tú quieras! Pero a veces me siento así: a veces me duele tanto que no se dónde meterme.
Ser madre me cambió. Acabó con un poco de esa chica y empezó otra mujer que, a veces, se desgarra por dentro. Tan claro como si en el momento en que me parí madre, ademas de nacer Ella, una puerta se quedara abierta y naciera la oportunidad de ver la vida, de sentir, de recordar, de sanar, de crecer juntas.
Pero nadie dijo que fuera fácil, ni que a veces no pudiera tener mi «rabieta», típica de los casi tres años de madre que voy a cumplir.
Suerte que esa chica y esta mujer siguen compartiendo el escribir como terapia.
Suerte de tenerte a ti también detrás de la pantalla.